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Las nuevas cestas del Sephora son el símbolo de un futuro con menos interacciones en nuestra compra diaria

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Las nuevas cestas del Sephora son el símbolo de un futuro con menos interacciones en nuestra compra diaria

Sephora, que junto con Lush y Victoria’s Secret es una de las cadenas con una política de avasalle al cliente más agresivas de nuestras zonas comerciales, ha incorporado una nueva funcionalidad en alguno de sus puntos de venta: ahora al entrar podrás elegir una cesta de compra que te identifique bien como alguien que quiere asistencia o alguien que prefiere mirar los productos a su bola. Como se desprende de miles de interacciones de Twitter, es el paraíso para los introvertidos.

Aunque inmersos en el ritmo diario no nos demos cuenta, la experiencia de compra ha variado mucho a lo largo de estas décadas. Nuestras abuelas (pues eran mayormente las mujeres las que se ocupaban de esto) estaban acostumbradas a hablar con varios tenderos en su día a día, a dialogar incluso para negociar mejor género o descuentos en el puesto del mercado. Aunque el autoservicio siempre ha existido, los supermercados y las grandes superficies se fueron imponiendo y han hecho mermar ese contacto humano, y hoy en día las compras online ahondan en esa brecha.

Según una encuesta de la británica compañía Whistl, el 57% de los consumidores de las islas ya eligen evitar el contacto humano durante sus compras diarias, algo más fácil en este país donde las cajas automáticas están ya plenamente asimiladas en todo tipo de comercios.

Es una cuestión generacional: según esa misma encuesta, el 70% de la gente mayor de 45 años quiere hablar con algún humano al comprar, mientras que sólo lo buscan el 25% de los chavales entre 18 y 24. Además, para muchos ancianos es un suplicio tener que lidiar con máquinas a la hora de hacer los pagos. No apostaríamos muy fuerte por el futuro de los cajeros del super: sólo el 17% de los encuestados consideró la interacción humana “indispensable” para las compras diarias, frente a un mayor porcentaje de otros servicios, como ropa o maquillaje.

Más y más hacia nuestra burbuja. Los “kiosks” del McDonalds, apps desarrolladas por cada cadena de comida rápida, tablets en cada mesa para aquellos restaurantes más modestos, cuentas de Facebook y mucho más. Cada vez es más habitual también ver cómo el proceso de toma de pedido de los clientes se va difuminando a favor de la tecnología (algo que a las empresas les encanta, puesto que los ad-ons propician más compras impulsivas). Hay incluso restaurantes que funcionan como gigantescas vending machines en las que nunca ves al servicio. Por el momento parece menos seguro que vaya a desaparecer el trabajo de los cocineros.


Como también lo son otras formas de contacto humano: #ihatephonecalls es el hashtag que nos recordó que las nuevas generaciones ya sienten fobia hasta de coger el teléfono cuando podrían textear (el 92% de los jóvenes entre 14 y 24 años prefiere lo segundo a lo primero). Cada vez salimos menos. Cada vez iniciamos contacto con desconocidos en el mundo real menos frente a hacerlo por internet. Hay quien opina, aunque sin pruebas de momento, que hacer desaparecer a las personas que nos sirven de nuestra vista hace que nos volvamos menos compasivos con su situación laboral.

Yo y el resto del mundo. El soniquete de fondo de todas estas cifras es la supuesta conversión hacia una sociedad socialmente más aislada. Aunque las estadísticas sobre la supuesta merma de relaciones humanas en las nuevas generaciones no es clara, sí lo es que nuestros vínculos familiares son cada vez menos fuertes y decimos tener menos amigos. La comunidad ha ido cediendo terreno a la individualidad desde los orígenes de las ciudades.


Victoria’s Secret cancela su desfile. Rihanna ha hecho de la diversidad la nueva normalidad de las pasarelas

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Victoria’s Secret cancela su desfile. Rihanna ha hecho de la diversidad la nueva normalidad de las pasarelas

Era la crónica de una muerte anunciada, pero no por eso deja de ser impactante. Documentos internos de la empresa ya anunciaban en mayo que estaban “dándole una vuelta” al tema de su famoso desfile anual, ya que las cadenas de televisión les habían dicho que su “modelo ya no es el adecuado” (en el original, “the right fit”).

Esta semana el director financiero y vicepresidente ejecutivo de L Brands, empresa propietaria de Victoria's Secret, dio una videoconferencia para medios en la que oficialmente anunciaba lo que ya se rumoreaba, la cancelación de la gala sin nuevas citas a la vista. “Seguiremos comunicándonos con nuestros clientes a través de distintos canales, incluidas redes sociales y otras plataformas más actuales […] pero ya no habrá nada de la magnitud del desfile”.

Carnicería social. La noticia ha consternado a buena parte de los internautas, pero un patrón se repite en muchas de sus respuestas, orbitando alrededor de tres palabras: Savage x Fenty. Fenty es la firma neoyorkina de Rihanna que desde hace tres años se ha convertido mucho menos en una superestrella del pop y más en una empresaria de maquillaje, ropa deportiva y lencería. Savage hace referencia a esta última, que justo hace dos meses dio su segundo desfile, esta vez en el Barclays Center de Brooklyn y retransmitido después por Amazon Prime.

Todos los cuerpos. Savage x Fenty fue una exhibición casi impúdica de poderío y diversidad corporal de 40 minutos. "Queremos que las mujeres sientan que no están siendo excluidas solo porque tengan una talla diferente. Todas las mujeres merecen sentirse sexis, Nosotras somos sexis, somos multifacéticas y quiero que las mujeres expriman esa sensación al máximo", fueron las palabras de la anfitriona.

Por supuesto que se dejaron ver por allí Cara Delavingne, las hermanas Gigi, Bella Hadid o Laverne Cox, pero también otras modelos de todas las tallas e incluso algunas con diversidad funcional. Más que un desfile clásico, un espectáculo videoclipero al estilo de los EMAS de la MTV. Más que una ceremonia con la que abrir boca a sus potenciales compradores, un escaparate que, al contrario que el show de las de los ángeles alados, permitía comprar todos los modelos inmediatamente desde su web o Amazon.

¿Quién elegirá ahora a los ángeles? Victoria’s Secret era conocida por su muy marcado modelo de feminidad, un estándar físico muy exigente para muchas y directamente inalcanzable para tantas otras. Sin ir más lejos impidió durante 15 años la entrada de modelos trans, y las mujeres de etnias que no fuesen la blanca tenían que competir entre sí por el escaso hueco que se les abría. La marca de lencería fabricó durante lustros a muchas de las grandes supermodelos del mundo de la pasarela. Con su caída y la actual tendencia de la industria a una mayor variedad de prototipos de mujer, queda la duda de quién tomará ese testigo del futuro canon de belleza femenino.

¿Cómo reducir tu huella ecológica? Añadiendo agua, la última tendencia en limpieza y cosmética

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¿Cómo reducir tu huella ecológica? Añadiendo agua, la última tendencia en limpieza y cosmética

Despreocupada durante décadas por el impacto de sus dinámicas de consumo en la naturaleza, la humanidad afronta ahora una cuestión clave: ¿cómo reducir nuestra huella medioambiental y, más en concreto, cómo depender menos del plástico? A día de hoy es un interrogante a resolver, dado que seguimos reciclando tan sólo el 5% del plástico que consumimos y la mayoría de productos que consumimos siguen incluyendo derivados del petróleo.

Lo que no significa que no haya iniciativas destinadas a independizarnos del plástico.

Just-add-water. Un ejemplo claro que está pisando con fuerza en algunos sectores: el movimiento just-add-water, mitad tendencia, mitad estrategia de  márketing de la industria de la cosmética y de la limpieza. Su premisa es sencilla: gran parte de las cosas que adquirimos se componen, esencialmente, de agua. Geles, jabones, limpiacristales, líquidos contra el polvo y la suciedad. Lo que por un lado nos facilita la vida, por otro lado aumenta su volumen y sus costes medioambientales.

En ocasiones, el 90% de un producto de limpieza es agua. Y es un problema.

¿Por qué? Porque el agua ocupa espacio, requiere de más plástico para ser transportada, y limita la cantidad de productos que un barco o un camión pueden transportar en un sólo trayecto. Si pensamos en el impacto del plástico en la naturaleza y en las emisiones asociadas al transporte terrestre y marítimo, disminuir el tamaño los bienes cosméticos o de limpieza parece una buena idea. Algunos estudios estiman en un 20% el espacio a liberar si concentráramos al máximo los productos.

A priori, es un win-win. Se reduce el plástico, el transporte resulta más eficiente.

¿Cómo? Agua que desaparece de unos envases producidos en masa y difícilmente reciclables, agua que se introduce en envases para toda una vida. Es la lógica de productos como Trumans, Clean Revolution de Amazon, Cif Ecorefill, Blueland o Jaws. Ellos comercializan productos de limpieza ultraconcentrados en pastillas u otros formatos. Tú tan sólo tienes que adosarlos a un pulverizador de los de toda la vida, llenarlo de agua y dejar que la química haga el resto.

Ventajas. Desde un punto de vista medioambiental, son varias. Por un lado, e idealmente, se reduce la fabricación de pulverizadores u otros recipientes de plástico, dado que reutilizas uno durante años. Por otro, se incentiva la compra de recambios o de productos a granel, dado que sólo adquieres el agente ultraconcentrado (el agua y el bote lo pones tú). Una suerte de regreso a los orígenes de la compra a granel, cuando la fabricación de detergente, por ejemplo, no estaba tan industrializada.

Otras empresas, como By Humankind, se han sumado a la corriente desde la cosmética, como otras marcas. El recipiente es el mismo y se adquiere una sola vez (cumpliendo con la regulación europea, reutilizables, no de un solo uso), y vas comprando las cremas hidratantes o los jabones en seco y a granel (a menudo añadiendo agua).

¿Desventajas? La más evidente, el refuerzo de una lógica consumista. Lo que todas las empresas anteriormente citadas buscan es que adquieras sus productos, lo que en última instancia se traduce en una mayor rentabilidad. Como vimos en su momento a cuenta de las bolsas de tela, gran parte de nuestro problema con el plástico o la huella ecológica no bebe tanto de lo que compramos la idea de compra en sí misma, de una lógica económica basada en el consumo permanente.

Pero. Aquí hay una diferencia, no obstante, y es que la tendencia simplemente-añade-agua se enmarca dentro de productos que son básicos en la mayoría de los hogares. Todo el mundo necesita detergente, o jabón, o limpiasuelos. En muchos casos, just-add-water sí puede representar una solución (simple, pero efectiva) a nuestra enorme huella ecológica y a productos plásticos que no tienen mayor recorrido tras su uso original. Tan sencillo como añadir agua.

Las opiniones negativas sobre el Satisfyer existen: al habla las mujeres que no se han borrado Tinder

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Las opiniones negativas sobre el Satisfyer existen: al habla las mujeres que no se han borrado Tinder

La entrada en Amazon del Satisfyer Pro 2 Next Generation tiene 5.144 valoraciones y una media de 4.5 estrellas. Si fuese cualquier memoria USB o unos auriculares estaríamos hablando de una compra automática y segura en la que apenas pensaríamos en lo que estamos haciendo. Le das a la cesta y punto.

Encima, si entras a mirar valoraciones en prensa y en redes sociales (eso si no tienes alguna amiga pesada que lleve meses prodigando las bondades del juguete de la temporada) parece que el Satisfyer, y los succionadores de clítoris en general, son la nueva gran revolución del placer femenino. Nuestras métricas internas de visualizaciones de posts nos hacen sospechar que son muchos muchos los masajeadores que van a traer este enero Melchor, Gaspar y Baltasar.

Y sin embargo, existen. Las mujeres (o personas con clítoris, más correctamente) que se han dejado llevar por la oleada de entusiasmo y que al ir a probarlo en casa se han llevado un chasco. Las damnificadas además lo son por partida doble: no sólo es que el aparato no las convenza, es que se trata de un producto que por comprensibles cuestiones de higiene no se puede devolver. Las insatifyers se quedan con 40 euros menos en la cuenta corriente.

 

Y en algunos casos, también con la amarga sensación de que algo en ellas no funciona. De las opiniones desfavorables en las tiendas, la inmensa mayoría tienen que ver con cuestiones de fabricación del aparato y no con que no cumpla su cometido. “¿Seré sólo yo? ¿No funciono bien?”, se preguntan al sentir que no están invitadas a la última gran fiesta. Por si tú también necesitas leer esto, te lo aseguramos: no estás sola.

Por todo esto, y para que puedas valorar todas las posibilidades antes de comprarlo para ti o alguna amiga, hemos recopilado las opiniones de mujeres desencantadas. Hemos encontrado algo más de una docena de experiencias y pueden agruparse en tres categorías.

Insatisfyers tipo 1: ¿seré demasiado sensible?

“Lo que siento es un poco... es difícil expresarlo, desagradable casi. Como estar en una bici de spinning. Es el sitio, pero la estimulación siento que no es la adecuada”. Habla Elena (todos los nombres de usuarias son ficticios) de cómo para ella el contacto con el clítoris es hasta cierto punto doloroso. “Me pasa igual con los geles lubricantes de frío, que si no me lo quito rápido me duele. No sé por qué puede ser. Ya te digo, creía que usaba mal el Satisfyer hasta que hablé con una amiga. Ahora supongo... ¿Que soy demasiado sensible?”.

"Es como si me estuvieran dando descargas eléctricas. Acabo antes rozándome con un cojín".

Sus conclusiones son parecidas a las de Paula, que cree que “es demasiado directo y el nivel más bajo es súper intenso. Duele y en uno de los intentos hasta me lastimé por insistir”. Ella no usa el Satisfyer sino el Lelo Sona, con la misma tecnología de pulsos. Lo mismo cuenta Carmen: “es demasiado directo, mi cuerpo se tensa como si le estuvieran dando descargas eléctricas y eso hace que me cueste llegar al orgasmo. Llega a dormirme la zona y al quitarme sensibilidad tampoco ayuda. Acabo mucho antes rozándome con un cojín”, dice sobre el Penguin. “Menudo chof, ¡pero si es como un martillo hidraúlico!”, nos dice otra que ha probado el Pro 2. Respuestas de este tipo son las más habituales.

“Puede darse el caso de mujeres que tengan el clítoris muy sensible por falta de estimulación y una estimulación directa haga que no sea bien gestionado por el cerebro y que este de la señal de cosquillas en lugar de placer. La sensibilidad depende del uso que hagas”, explica el sexólogo Raúl Padilla, que apuesta que un mayor entrenamiento de esta parte haría que el cuerpo se habituase al contacto y rompiese la barrera de la sensibilidad.

Insatisfyers tipo 2: ¿Y si me lo estoy poniendo mal? ¿Y si mi clítoris no tiene un tamaño normal?

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En toda la red sólo hemos encontrado un análisis negativo de los succionadores de clítoris en blogs sobre juguetes sexuales. Felicity de Phallophilereviews, alguien con una dilatada experiencia y rigor profesional, comparte la misma sensación que las mujeres del primer punto, una excesiva sensibilidad que, entre otras cosas, hace que no le estimule tanto el sexo oral como a la mayoría de mujeres. Pero también dice:

“La boquilla del Satisfyer Pro 2 es grande y no encaja con mi clítoris. La anatomía individual varía y mi clítoris es, aparentemente, más pequeño y encapuchado que lo normal. No sale cuando se excita. Creo que la decisión de Womanizer de mudarse a aberturas ovales fue una decisión inteligente dado que, estadísticamente, los clítoris son más largos que anchos”. Si necesitas entender qué es el glande y el capuchón del clítoris aquí tienes un par de imágenes muy gráficas sobre el asunto y aquí otra sobre cómo debe colocarse el aparato.

"¡Madre de Dios, eso era como un martillo hidráulico! Menudo chof".

Es otra de las dudas, muchas usuarias no descartan volver a probarlo en otro momento con más calma, porque hay algo que no hace clic. “¿Hay que meter dentro todo el clítoris, con su capuchón, o sólo el glande?”, dice una; “¿No dicen por ahí que tiene que hacer efecto vacío? Porque a mí me baila…”, otra. Más de una tiene dudas sobre el tamaño de su zona erógena: “Yo tengo todo muy pequeñito, confirmado por el ginecólogo”, apuntaba Elena. “No voy por ahí comparando clítoris todos los días, pero algún chico me ha dicho que sí que le parecía pequeño, no sé”, dice Silvia.

En su mayoría las otras entrevistadas desencantadas no han podido confirmar si también lo tenían más pequeño que la media mientras que algunas han asegurado que el tamaño de su clítoris es de lo más normal. Padilla apuesta a que una solución sería “que los succionadores viniesen con cabezales de distintos tamaños, para poder ajustarse mejor, aunque igual no les sale a cuenta”.

Sin embargo Laura Morán, también sexóloga, no cree que el problema del funcionamiento esté tan vinculado al tamaño del glande sino a otra cosa:

“Cuando el capuchón del glande del clítoris se retira es porque hay excitación. Es exactamente igual que en el caso de los penes*, que cuando hay excitación y el glande crece el prepucio se retrae. Así que si las mujeres que lo usan tienen que retirarse el capuchón eso es porque no hay excitación previa, para usar el Satisfyer habría que alcanzar un grado de excitación lo suficientemente grande como para orgasmar. Es muy posible que muchas se lo estén poniendo ahí de forma automática sin dar tiempo a que el clítoris se desarrolle”.

Padilla le añade una perspectiva psicológica al asunto. “Cuando nos ponemos en modo, ‘esto me tiene que gustar porque le gusta a todo el mundo’ no vas a conseguir placer porque tu cabeza está funcionando en modo científico, mientras que si estamos en modo sexual es más fácil que nos ponga cualquier cosa”.

Sobre si se está usando mal el aparato o no, Morán afirma que hay una falsedad en el modo de promocionarse que tienen los succionadores de clítoris y que es que sean contactless. “Tocarse va a haber que tocarse en alguna zona genital en algún momento, no queda otra, por mucho que lo vendan así, de ahí que no me extraña que haya personas desencantadas con el juguete porque es muy posible que lo estén usándolo mal”.

Insatisfyers tipo 3: la decepción de bombear orgasmos

En este tercer y último grupo las respuestas difieren en el grado de placer final del uso, aunque todas coinciden en que funcionar, funciona, pero no tanto como herramienta de placer sino como extractor de orgamos, una alegría a medio gas, algo que también se ha comentado en algunos otros medios. “Me decepciona que sea algo tan rápido”, dice María. “Por suerte en mi sexualidad y relaciones siempre he sido abierta y no he tenido miedo de probar cosas. Entonces tener esa sensación tan intensa en tan poco tiempo es como que me chafa un poco toda la experiencia”.

"Tía, ese bicho sirve de pisapapeles".

“Es una manera de ahorrar tiempo más que de flipar de placer”, afirma más tajante Laura. “Estimular, estimula. Cuando ando con las prisas, o más para quitar una ‘necesidad’. Tiro de él y en cinco minutos estoy, pero he probado con otros juguetes y el placer es mayor. Conozco mi cuerpo y lo que le gusta. Se vende como la décima maravilla del mundo y no es el caso”.

Otra compradora: “no es que no me dé placer, es que mi vibrador de siempre me da más. No encuentro una diferencia abismal entre un vibrador y un succionador. Puede que sea cosa de mi cuerpo, pero para mí está demasiado focalizado en el clítoris. Un vibrador tipo Hitachi Wand abarca una mayor superficie, no está tan concentrado ahí, mientras que el Satisfyer acaba como en punta, y eso me resulta un poco extraño y, si lo subo al máximo, casi desagradable”.

Claro que hay más mundo que el Satisfyer

Como dice Morán, la llegada del aparato a la opinión pública ha tenido dos factores positivos, que “ha ayudado a que la masturbación femenina termine de salir del armario y que lo ha hecho con un objeto que no es vaginal”, como venían siendo la mayoría de masturbadores femeninos populares.

Pero hay obviamente un territorio más amplio dentro del repertorio de juguetes sexuales que pueden adaptarse mejor a las necesidades orgásmicas de las usuarias. “Me gustaba más el vibrador tradicional’ que tenía antes”, nos dicen, o “voy mejor con señor consolador fucsia cantoso que me pillé en una vending de pueblo por diez euros”. “La verdad es que si me masturbo suele ser más centrado en todo el clítoris y por eso prefiero las de tipo Hitachi Wand, aunque Hitachi no tengo que es muy caro :(”, y también “tengo mis juguetes, pero para mí el santo grial es el combo masturbación y sexo oral, ahí tienes el ORGASMO CELESTIAL. Todo lo demás, márketing”.

En resumen, que el Satisfyer no es ni la llave maestra del placer femenino ni el destructor de perfiles de Tinder definitivo aunque las abrumadoras críticas en Amazon nos hagan creer lo contrario. Como con tantas otras cosas sobre el sexo, mejor escapar de la visión túnel que impone la moda de comprar el Satisfyer por obligación y abrirse a todas las posibilidades.

*Esto no es un comentario de Morán, sino mío. Es un poco triste y elocuente por sí mismo que sea más sencillo para todos nosotros comprender el funcionamiento de la fisionomía sexual femenina si la comparamos con la masculina.

Satisfyer Estimulador de Clítoris Pro 2 Next Generation - 1 Unidad

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Estimulador de Clítoris Pro Penguin Succionador de Clítoris (GSF-Black)

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Sex Tools Fantasy Shanhai Pro 2: próxima generación

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Narcisismo geográfico: cuando los que viven en la gran ciudad se creen mejores que el resto

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Narcisismo geográfico: cuando los que viven en la gran ciudad se creen mejores que el resto

Una mujer que se autoproclamó "mujer de granjero" desencadenó una controvertida conversación en Twitter en Australia por parte de profesionales frustrados procedentes de zonas rurales y provinciales de todo el país. Kirsten Diprose es una periodista cosmopolita que trabaja para ABC y que se ha convertido en reportera regional. En un artículo para ABC, declaraba que siempre había sentido la necesidad de utilizar sus credenciales y su experiencia en la ciudad para justificar su valor a nivel profesional. En el artículo escribía que:

Son muchas las personas en las zonas rurales que sienten que tienen que justificar sus carreras profesionales, ya sea en los medios de comunicación, en el ámbito de la salud, de la educación o de los negocios. Hay quien opina que si no estás trabajando en un núcleo urbano es porque no eres lo suficientemente bueno en lo que haces: nunca "diste el pelotazo" o te daba demasiado miedo intentarlo.

Como investigadores con experiencia profesional en servicios sanitarios y en medios de comunicación no podríamos estar más de acuerdo con las observaciones de Diprose. Lo que describe se conoce en el mundo académico como "narcisismo geográfico", un término utilizado por la psicóloga clínica sueca Malin Fors para explicar las interacciones entre las zonas más rurales y la ciudad con las que se encontró mientras trabajaba en una pequeña ciudad al norte del círculo polar ártico en Noruega.

El concepto también ha sido descrito en otros términos como urban splaining (una forma de "menospreciar" a la gente que vive en zonas rurales por sus homólogos cosmopolitas) o "juicio geográfico", tal y como lo define la periodista Gabrielle Chan en su libro Rusted Off sobre las opiniones de la gente que vive en las zonas rurales de Australia. La bibliografía especializada, desde la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein hasta la obra del teórico cultural Raymond Williams, lleva mucho tiempo teorizando sobre las causas económicas y culturales de la división entre lo rural y lo urbano.

El narcisismo geográfico examina las consecuencias psicológicas.

Lejos de la ciudad, todos "de acampada"

Cuando consideramos las grandes ciudades como el centro de todo, se crea una visión narcisista en los habitantes de las ciudades que sutilmente (a menudo inconscientemente) devalúa los conocimientos, las convenciones y la subjetividad rurales, fomentando una "creencia de que la realidad urbana es la definitiva". Por ejemplo, a menudo los profesionales de la salud de las zonas rurales o provinciales se ven cuestionados por sus homólogos urbanos sobre su decisión de abandonar la ciudad: "¿Y cuándo piensas volver?".

Se supone que nadie se trasladaría de forma voluntaria a una zona rural por motivos profesionales, especialmente si no existen vínculos familiares o sociales en la zona.

Por otra parte, cabría sospechar, tal y como señala Fors, que las personas son desterradas a trabajar en zonas rurales por problemas personales. Se trata de un clásico del cine y de la televisión, cuando una persona con un currículum brillante en la ciudad se marcha a una zona rural debido a problemas con el alcohol, la adicción, el miedo o un crimen y una condena a servicios comunitarios. Uno de los ejemplos predilectos es la película franco-canadiense La gran seducción, en la que un cirujano se ve forzado a trabajar en un pequeño pueblo de pescadores mientras se enfrenta a conflictos internos por el consumo de cocaína y el amor por el críquet.

Granja (Michael Bourgault/Unsplash)

Este año hemos sido invitados a hablar en conferencias y eventos profesionales regionales sobre el tema y es evidente que existen muchos profesionales rurales que se tienen que enfrentar a esta mentalidad urbana para poder verse identificados (o verse a sí mismos) al mismo nivel que sus homólogos urbanos.

Como ejemplo, este tweet a modo de respuesta al artículo de Diprose:

¡Gracias! Aunque ya no trabajo en una zona rural, la idea de que de alguna manera eres inferior es algo que ha marcado toda mi carrera en una zona rural y todavía tengo que luchar con la idea de que no "llegué a ser algo" en mi profesión por no irme a una ciudad a trabajar de periodista.

O este otro:

Es lo mejor que he leído en todo el año. La gente me mira con cara de pena cuando digo que llevo trabajando en una zona provincial durante casi 9 años. Mi evolución profesional aquí ha sido mucho mejor que si me hubiera decantado por un puesto en una zona metropolitana.

También hemos visto a nivel personal en la asistencia sanitaria y en la universidad cómo el narcisismo geográfico afecta a la vida de los profesionales, distorsionando la percepción de tiempo y distancia. Siempre parece que es más complicado para los profesionales de la ciudad acudir a los campus universitarios y hospitales regionales que para sus colegas de provincias trasladarse a la ciudad.

Muchos trabajadores rurales o de provincias se sentirán identificados con la expectativa de viajar en ambos sentidos en un solo día para asistir a una reunión en la ciudad. Cuando se trata de empleados de oficina en la ciudad que se desplazan a una zona regional, normalmente necesitan una noche de alojamiento y un pequeño elogio narcisista por su intrépido viaje a la provincia.

Esta falta de aprecio también puede interferir con la eficacia de los profesionales urbanos que tienen buenas intenciones a la hora de mejorar las prácticas rurales. Un profesional urbano que busca reorganizar una zona laboral de provincias puede sentirse desconcertado por el comportamiento pasivo-agresivo de sus colegas rurales. Como apuntaba Fors, se desconfía de estos profesionales que vienen de la ciudad recibiendolos como si fueran colonizadores cuando ellos esperan ser recibidos como salvadores.

Los estereotipos están interiorizados

Los profesionales rurales a menudo sueltan una carcajada a modo de reconocimiento cuando oyen hablar de narcisismo geográfico. Sin embargo, la realidad es que ellos mismos han interiorizado estas ideas y acaban reforzando los mismos estereotipos.

Al igual que la propia experiencia de Diprose, muchos profesionales rurales o provinciales optan por legitimar sus habilidades ante un homólogo urbano enumerando sus títulos académicos y su experiencia profesional en la ciudad, como si fuera lo que en realidad importa. Esto genera una dialéctica rural en la que los profesionales de provincias tienen la opinión aparentemente contradictoria de que el trabajo rural es de alta calidad y, a su vez, no lo es.

Manejar estos puntos de vista polarizados puede llevar a compromisos psicológicos inútiles. Un ejemplo es dividir los elementos de las profesiones provinciales en buenos y malos. Una de las creencias más preocupantes es cómo un profesional por sí mismo es de alta calidad, pero el resto de la organización provincial no lo es, por lo que si quiere progresar en su carrera profesional debe trasladarse a la ciudad.

Village (Boudewijn "Bo" Boer/Unsplash)

Por supuesto, también existen espacios sociales y ámbitos profesionales donde el narcisismo geográfico no es aparente. Es menos problemático cuando aquellas personas que trabajan y viven en las provincias cuentan con sus principales vínculos económicos, profesionales y sociales en un mismo lugar. Sin embargo, cuando se trata de competencia profesional o se está expuesto a recursos que dependen de los centros neurálgicos de la profesión (a menudo en las grandes ciudades), el narcisismo geográfico cobra peso.

El auge de las tecnologías digitales (y sus promesas de erradicar los problemas de la distancia) puede que haya puesto de manifiesto la divulgación y la aceptación no explícita del narcisismo geográfico. Los entornos rurales y urbanos plantean diferentes retos a los profesionales en activo. Las buenas y malas prácticas se pueden dar en ambos lugares, pero sí que es narcisista dar por hecho que la localización es un factor determinante clave de la calidad laboral.

The Conversation

Imagen: Bec Ritchie/Unsplash

Autores: Timothy Baker y Kristy Hess, profesores en la Universidad de Deakin.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

Aquella vez en la que en Francia se puso de moda llevar el peinado de los guillotinados

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Aquella vez en la que en Francia se puso de moda llevar el peinado de los guillotinados

Cuando el tercer estado francés decidió constituirse como Asamblea Nacional durante la primavera de 1789 pocos podían intuir los dramáticos acontecimientos que tendrían lugar poco después. En un breve periodo de tiempo, Francia saltó por los aires. Las calles de París arderían. La monarquía quedaría supeditada a la soberanía nacional. Las grandes naciones monárquicas europeas iniciarían veinte años de guerra contra la República primero y el Imperio después.

En el camino, miles de personas perderían la vida, entre ellas Luis XVI y toda su familia. En un momento dado de la revolución, el conteo de ejecuciones y depuraciones sería tan alto que, tiempo después, aquel periodo sería bautizado como "El Terror".

Su principal protagonista fue un hombre largamente recordado por la memoria popular: Maximilien Robespierre, líder de la Convención Nacional y jacobino radical. Bajo su mandato se alcanzaría el punto de no retorno revolucionario, el culmen de la violencia y de la demolición de la estructura tradicional de la sociedad y del estado francés. Más de 16.000 personas serían ejecutadas, la gran parte guillotinadas, durante el "Terror".

Una huella que marcaría profundamente a Francia y que cambiaría al país para siempre. Los revolucionarios más radicales dirigieron su ira contra opositores, monárquicos, contrarrevolucionarios y muy especialmente aristócratas. Durante siglos, Francia había estado gobernada por una élite reducida de terratenientes, nobles y figuras próximas a la Corona. Un cuerpo reducido de grandes fortunas y viejas familias que observarían su mundo arder entre 1789 y 1815.

Porque un cuarto de siglo después, Francia volvería a ser, al menos nominalmente, el país que siempre había sido: una monarquía. La derrota de Napoleón en Waterloo puso fin a más de dos décadas de violencia, revolución y conflicto armado. Y restauró a los borbones, entregando la corona a Luis XVIII, primer rey constitucional de Francia. Durante su reinado, la aristocracia volvería a configurar el poder dominante del país.

En aquel proceso, la memoria jugaría un rol fundamental. Los hechos acaecidos entre 1789 y 1815 jamás serían olvidados por las clases pudientes europeas, mucho menos las francesas. Prueba de ello son sus esfuerzos por neutralizar cualquier conato revolucionario y liberal surgido tras el Congreso de Viena, como el levantamiento de Riego. Pero también su recuerdo a los perdidos, su mirada hacia "El Terror".

Caricatura Una recreación de los peinados "a la guillotina".

El ejemplo más paradigmático de esto es la moda. Durante los años inmediatamente posteriores a la revolución, las familias pudientes y los aristócratas franceses iniciaron una suerte de ritos sociales y festivos de lo más peculiares, a menudo envueltos en una bruma de secretismo y opacidad. El estilo de "los guillotinados", o lo que es lo mismo, ropajes, peinados y accesorios que rememoraban de forma macabra a los caídos durante los años del Terror.

Los bailes de las víctimas

Como se explica aquí, el principal homenaje rendido a las víctimas de Robespierre y de la locura revolucionaria eran los "bals des victimes", o bailes de las víctimas. Convites, fiestas y bailes privados donde lo primero que debía hacer el invitado, cuyos padres o familiares debían haber sido ejecutados durante el Terror, era saludar a los presentes agachando bruscamente la testa, al modo de una cabeza desmembrada por la afilada hoja de la guillotina.

Aquellas festividades estaban preñadas de numerosas referencias a la violencia revolucionaria. Por ejemplo, se cree que las mujeres tendían a llevar chokers o collares de color rojo, en referencia a la sangre que brotaba del cuello de los guillotinados por los jacobinos. También que muchos de los ropajes femeninos estaban inspirados en las prendas vestidas por Charlotte Corday, asesina de Marat, en el momento de su ejecución. Grandes camisas rojas, por supuesto.

Los bals des victimes tenían lugar en un contexto de relativa moderación. Durante los años posteriores al Terror jacobino, algunos nobles y aristócratas recuperaron parte de sus posesiones, confiscadas por los elementos más radicales de la Revolución. Así, los bailes se preñaban de un aire nostálgico y decadente en un tiempo en el que ciertos sectores más conservadores de la Francia urbana y elitista reaccedía a su posición y su fortuna, si acaso veladamente.

Chokers

En este proceso, los bailes evolucionaron desde en carácter austero y llano hasta otro mucho más barroco y fantasioso. Mujeres y hombres intercambiaban atuendos, en ocasiones vulgares, rememorando los ropajes de los prisioneros de la Revolución. Posteriormente, las mujeres tenderían a reproducir el estilo de las "maravillosas" ("merveilleuses"), muchísimo más engolado y lujoso, inspirado en el arte greco-romano, en una reacción extrema a la base ideológica del proyecto revolucionario y en una reafirmación del orgullo aristocrático.

De singular fama serían los peinados de muchas mujeres en los bailes, más cortos de lo habitual para las tradicionales aristócratas del país. Aquel estilo, bautizado como "coiffure à la victime" o "coiffure à la Titus", mimetizaba los cortes bruscos y ralos a los que miles de prisioneros y prisioneras fueron sometidos a las puertas de su ejecución. Los verdugos así lo preferían porque la presencia de largas melenas suponía un problema logístico mayor a la hora de activar la guillotina.

El peinado, además, favorecía la prominencia del cuello, en fantasioso fetiche para los invitados a las fiestas. El cuello se convertía así en un símbolo del martirio de miles de ejecutados y en un icono de la rebeldía aristócrata contra las facciones más radicales de la Revolución. Aquellas mujeres que no deseaban cortárselo, sin duda una opción radical, optaban por recogérselo en elaborados moños.

Cuello

¿Cuánto hubo de real y cuánto de mito en los "bailes de víctimas"? Es incierto, y algunos historiadores han puesto en duda su mera existencia, fruto quizá de la leyenda oral post-revolucionaria. Sí se sabe que la aristocracia parisina adoptó una peculiar subcultura hedonista y extravagante hasta la llegada de Napoleón, y que el Terror imprimió un profundo trauma en la memoria de las clases acomodadas. Hechos que casarían bien con la celebración de tan macabras festividades.

Serían los bailes, pues, una de las tendencias más góticas y siniestras que hubiera dado la moda occidental durante los últimos siglos. Celebraciones donde disfrazarse de una víctima, de un cadáver guillotinado, se convirtieron en la tendencia dominante.

¿El fin de la cultura motera? Las ventas de Harley-Davidson llevan años cayendo en picado

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¿El fin de la cultura motera? Las ventas de Harley-Davidson llevan años cayendo en picado

No son tiempos para moteros tranquilos. Las ventas de la Harley-Davidson, la legendaria marca de Milwaukee, la compañía que produce el que sigue siendo uno de los mayores símbolos de la libertad sobre ruedas que prometían los valores norteamericanos del pasado siglo, acaba de refrendar la profunda crisis por la que pasa la compañía y tal vez su mismísimo concepto.

Según dice el informe de cuentas publicado ayer, los ingresos de Harley-Davidson han caído un 8.5% en el último trimestre de 2019, más que el 3.4% esperado. En total, los beneficios de 2019 han caído un 22% con respecto a los del año anterior. Su volumen de ventas no era tan bajo desde hacía 16 años. Aunque la compañía sigue siendo rentable, los accionistas han preguntado a su CEO si la marca debería empezar a pensar en ponerse a la venta.

No fue la guerra comercial con China: los moteros promulgaron hace un par de años, cuando empezaron a consolidarse los nubarrones, que el problema había sido el incremento de precio de los aranceles impuestos por la guerra comercial, lo que desmotivaba a los cada vez más relevantes compradores internacionales. La compañía anunció el año pasado que sacaría parte de la producción fuera del país, pero, como señaló Business Insider, la crisis es más profunda. En resumen, que la diversificación de productos y estrategias comerciales que habían lanzado podían estrellarse contra el suelo. una “diversificación arriesgada”, lejos de los productos tradicionales y sus clientes objetivos “sin la certeza de que el mercado se estabilice

¿Pero por qué habían decidido reformularse? Porque las Harleys estaban indeleblemente asociadas a un momento en el tiempo y a un segmento poblacional muy concreto: los años 70, los baby boomers y los varones blancos con ansias por rebelarse y quemar rueda, tímpanos ajenos y combustibles fósiles. Aunque más vinculado a la cultura exuberante y militar de los 90 y los 2000, lo mismo le está ocurriendo a los todoterrenos Hummer.

De ahí que sus principales compradores se estén haciendo demasiado mayores como para comprarse otra moto o para conducir la que tienen en su garaje. Los millennials del mundo de la diversidad en movilidad (bicis urbanas, patinetes, viajes en Uber) no le ven sentido a un vehículo con un precio de salida en torno a los 20.000 dólares, con una mortalidad en caso de accidente 50 veces mayor que los coches (mucho menos en esta la era de los SUV) y cuyo principal atractivo es perder el día conduciendo por ahí. Además, ¿qué clase de emblema de individualidad es seguir los mismos pasos que tu padre?

¿Y qué han hecho para adaptarse? Por ejemplo, quemar un montón de dinero a la pira del marketing (un 65% más que el año anterior) para intentar llegar a las nuevas generaciones con ideas tan atrevidas como pagar a Vice para que les haga spots que lleguen a los millennials. Se han metido en el negocio de los recambios (si no compran nuestras motos, al menos nos llevaremos lo que se mueve en el potentísimo mercado de segunda mano), realizar nuevos diseños estéticamente rompedores e incluso lanzar líneas de bicis infantiles Harvey-Davidson para que los abuelos moteros inicien a sus nietos.

Y la idea más salvaje de todas: pasarse a la eléctrica. LiveWire es su primera edición de vehículos eléctricos. Funciona sin embrague ni marchas, el famoso sonido del motor de la tradicional es aquí generado de forma artificial, cuenta con una autonomía de 225km, con un proceso de carga de 20 km de autonomía por cada hora en la que está enchufada y con un precio de salida que rondó los 30.000 dólares. Para su sorpresa, no sólo las ventas han sido algo decepcionantes, sino que más grave aún, sus compradores fueron repetidores, sin lograr abrirse a esa ansiada nueva clientela.

España cierra bares y discotecas: así están cambiando Tinder, Glovo y Netflix nuestros hábitos

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España cierra bares y discotecas: así están cambiando Tinder, Glovo y Netflix nuestros hábitos

En 2008 había en España prácticamente tres bares por cada restaurante. 190.000 locales de caña y café frente a 64.000 de los de mesa y mantel. En 2019, y según las últimas cifras, la restauración ha crecido en más de 8.000 establecimientos mientras que el local de barra se ha dejado 25.000 por el camino. Además, si la facturación entre ambos servicios una década atrás era bastante pareja, hoy los restaurantes están haciendo 47.320 millones de euros anuales frente a los 36.289 de los bares. Estamos ante un cambio de tendencia y de hábitos de consumo.

¿Cómo es posible? Lo primero en lo que podemos pensar es que se trate de un efecto arrastrado por la crisis, que agravó al sector en 2012 con la subida del IVA, pero las cifras dictan que, aún en 2019, están cerrando bares, con el consumo plenamente reactivado. La primera y más importante víctima ya explica qué está ocurriendo: donde más ha impactado es en bares de pueblo. Efecto de la España que se vacía y se traslada a las capitales, donde los locales tienden a tener una mayor concentración de clientes que en las tabernas rurales, lo que explica que el cierre de bares no haya ido en paralelo a un decrecimiento de la facturación.

Netflix, Glovo, la vida doméstica. Según un estudio, los norteamericanos pasaron ocho días más al año (192 horas) en casa en 2012 con respecto a 2003. Eso era antes de la llegada del streaming, lo que de seguro ha agravado la tendencia. Más internet, más videojuegos, el auge de las plataformas VOD... El mercado de comida a domicilio creció un 26% en España entre 2017 y 2018 y se espera que sea uno de los sectores con mayor expansión de la próxima década. Vamos hacia una sociedad más alérgica al aire libre.

Tinder está matando la discoteca. Así de sencillo. La gente cada vez se conoce menos en persona y más online, y mucho más en España, donde somos adictos a las aplicaciones de ligoteo. Nadie necesita pasar la noche cazando pareja en la incomodidad del directo cuando puede chatear detrás de una pantalla. Según El Confidencial, a día de hoy ya solo quedan abiertas un 35% de las discotecas que lo estaban en 2008. Hay más: a la Generación Z no le entusiasma beber, los baby boomers abandonan progresivamente la noche y los millennials se inclinan por la experiencia instagrameable, lo que les acerca más al restaurante que al bar.

Los nuevos modelos: “supper club” es como han llamado los medios de tendencias a las nuevas propuestas que dan servicios de cenas pero cuentan con licencia también para poner copas de 21 a 2, haciendo que los comensales disfruten (si el ruido les deja) de su sushi o ceviche mientras una pareja puede bailar gintonic en mano a escasos metros. Es también un efecto provocado por la subida de los precios del sector, con un coste por metro cuadrado que ya ha alcanzado el de antes de la crisis, lo que lleva a los propietarios a estirar al máximo posible las horas de actividad.

Y por qué aún le queda al bar mucho recorrido: porque España sigue estando en la champions league hostelera. Somos el país con más densidad de bares por persona del mundo, 259 por cada establecimiento. Pese a que percibamos que todas esas dinámicas de cambios de hábitos ya están cambiando el paisaje, aún es muy pronto para que podamos considerarnos una nación alérgica a la reunión social.


Secadores, ruidos rosas y naves de Star Trek: el mundo de las ambientaciones sonoras para dormir

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Secadores, ruidos rosas y naves de Star Trek: el mundo de las ambientaciones sonoras para dormir

Miles de padres de recién nacidos conocen el gran truco para terminar con una noche de insomnio: coger al bebé, colocarlo en la silla del coche y viajar durante unos cuantos minutos. Con el sonido del motor el niño se dormirá al instante. Un estudio de Reino Unido comprobó que se producía el mismo efecto entre el 80% de los bebés estudiados a los escasos minutos de conectar en la habitación algún aparato que produzca un ruido parecido. Muchos adultos confiesan volver a casa después de un estresante día en el trabajo deseando enchufar su secador de pelo y notar cómo el sueño les va “abrazando” poco a poco.

Un 5% de norteamericanos utiliza algún tipo de aparato generador de ruido blanco para dormir durante toda la noche, según The Sleep Foundation en un estudio que se ha replicado en multitud de medios. La cifra podría ser más alta, ya que ellos sólo se fijan en determinado tipo de dispositivos, como las muy extrañas “máquinas de ruido blanco”, que han vendido más de seis millones de unidades y cuyo propósito es generar sonidos que cancelen los otros ruidos del ambiente para meternos en una especie de útero materno. El origen de este invento es replicar el ruido que hacen los aparatos de aire acondicionado.

Las 50 sombras de la cancelación acústica: el ruido blanco es aleatorio, del espectro continuo y con una densidad de potencia espectral constante en toda la banda de audio. La realidad es que, aunque muchos de nosotros asociamos ese manto sonoro como de nieve televisiva tan sedante con el ruido blanco, los estudios (aún en fases primarias) dicen que tendemos a preferir el llamado ruido rosa, en el que la densidad de potencia espectral es inversamente proporcional a la frecuencia. El blanco y el rosa suenan muy similares salvo por el hecho de que en el rosa las frecuencias inferiores son más fuertes y tienen más poder que las frecuencias más altas. Azul, marrón… Tienes todo un repertorio para escoger.

Y un universo de la conciliación sonora. Aunque quien más quien menos conoce parte del submundo de los canales de youtube ASMR, lo que tal vez no todo el mundo sepa es que hay también una industria de apps regeradoras de ruidos de todos los colores y ambientaciones de todo tipo, desde cascadas y bosques hasta movimientos de naves de Star Trek. Este vídeo en exclusiva tiene millones de reproducciones.

¿Está todo esto basado en la ciencia? No del todo. Hay estudios de modesto alcance que afirman que la gente tiene sueños más reparadores y es capaz de memorizar las cosas al día siguiente si está expuesto a ruidos rosas que si se ha dejado llevar por el auténtico sonido de su ambiente, pero los científicos reconocen que todas estas investigaciones son preliminares y no definitivas. Más que suficiente, por supuesto, para que los que explotan comercialmente estos sistemas de ambientación sensorial defiendan las bondades científicamente testadas de sus productos.

¿Acaso es el mundo es más ruidoso? ¿Por qué necesitamos estas herramientas para descansar? No necesariamente. Algunas ciudades, como Nueva York, han registrado un incremento de los decibelios nocturnos, aunque en mayor proporción han crecido las llamadas vecinales protestando por los ruidos. Si a eso sumamos que los revestimientos y aislantes son mejores que hace décadas, los psicólogos apuntan a que lo que hay es una mayor susceptibilidad al ruido, una actitud de mayor intolerancia a la invasión acústica personal. Y esto al mismo tiempo puede ser porque, en parte, el ruido es ahora mental: nuestra ansiedad potencia que nos molesten más las cosas.

Lo que no volverá a repetirse para muchos es este paréntesis silente urbano, hasta 30 decibelios menos al día en la capital española. “Nos parece casi un sueño. Es un silencio sísmico”, dicen los vecinos. Sólo por tiempo limitado.

Pisos 300€ más caros cuando pase "la situación": así se está resistiendo el mercado a la bajada del alquiler

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Pisos 300€ más caros cuando pase

Dos meses de cuarentena sin que la gente tenga la posibilidad de moverse de sus casas, millones de personas sin trabajo, unas previsiones económicas calamitosas para el futuro de España. ¿Cuál es el titular, entonces, del mercado de vivienda en alquiler? Que los precios registran “el mayor incremento en lo que va de año al subir un 10.9%”. El mundo se ha vuelto definitivamente loco. ¿Qué está pasando?

Más pisos pero más caros: si bien la lógica nos dictaba que, en una situación como esta, el alquiler sufriría un batacazo, aún no está del todo claro cómo va a influir la llegada de la vivienda turística. El coronavirus ha atropellado las expectativas de negocio de este sector para todo el resto del año, y las federaciones han apuntado a que en los grandes núcleos urbanos como Madrid y Barcelona hasta un 40% de la oferta ha decidido pasarse al alquiler tradicional.

Se resisten, eso sí, a aceptar unas bajadas de precios acordes a las de los pisos que ya estaban en este mercado, con unos márgenes de beneficios mucho más bajos que el piso turístico (aunque con otros beneficios, por supuesto, como la mayor estabilidad en los ingresos). De ahí la subida de precios generalizada y que va contra toda lógica: esta vez más oferta a igual demanda no está implicando más competitividad.

Esperando a que escampe: como cuentan en El País, así lo ven muchos particulares a los que han encuestado. Buscan la “disponibilidad” cuando esto termine. Se han lanzado a los brazos de una fórmula conocida como alquiler de temporada. No cuesta mucho encontrar ofertas de pisos que, cual oferta de suscripción, te ponen el piso 300 euros más barato los tres primeros meses. Si el precio final no te gusta, te marchas y así tienen los gestores más tiempo de encontrar un inquilino más acaudalado. Si no sale bien, vuelta al mercado turístico.

¿Es legal? Así se lo preguntan muchos potenciales arrendadores al encontrar estos anuncios, ya que están registrados en plataformas en las que, por lo general, se buscan alojamientos a largo plazo y no temporales y además suena a estratagema para evitar que el contrato tenga que ser el mismo por los cinco años siguientes, como dicta la actual ley de arrendamientos. Como explican los técnicos, sí pueden serlo pero el arrendador deberá vigilar cómo formula el contrato y muchos de ellos podrían caer en la nulidad, permitiendo que el inquilino pase el resto de su estancia al precio al que se ofertó.

No es tu residencia, estás de paso: según el artículo 6 de la Ley 29/1994, de Arrendamientos Urbanos (LAU), los contratos temporales pueden durar un mes o cinco años, el tiempo pactado que se quiera, pero deberá quedar claramente por escrito cuál es la justificación del arrendador para que esté de forma temporal (valen trabajo o estudios, pero también ideas tan difusas como “traslado temporal”). Además en el contrato deberá registrarse cuál es el domicilio permanente del inquilino, que debe ser oficialmente otro. Si el contrato no especifica estas dos fórmulas, ese alquiler pasaría a considerarse de vivienda habitual.

Demasiadas incógnitas: no sabemos si habrá una segunda ola de coronavirus, si el turismo se recuperará lo suficiente o cómo evolucionará la recesión económica. Demasiadas variables como para hacer previsiones sobre cómo influirá todo esto en el alquiler, aunque desde el propio portal de Idealista prevén una caída del 13.5% en zonas tan tensionadas como Madrid. Lo que sí sabemos es que la pandemia ha dejado en suspenso la elaboración del índice de precios de los alquileres que el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, dijo que estaría listo para finales de marzo, aunque esperan publicarlo "en breve" para controlar las subidas en tiempos post Covid.

En Estados Unidos, el 30% de los jóvenes ya no tiene sexo. Y es el futuro de todos los países

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En Estados Unidos, el 30% de los jóvenes ya no tiene sexo. Y es el futuro de todos los países

Es una de las grandes revoluciones silenciosas que están transformando Occidente quizá para siempre: el sexo está en retroceso. Lo hemos abordado en alguna ocasión, y la tendencia, estudio a estudio, sólo parece reafirmarse y crecer más y más conforme pasan los años. Los jóvenes de nuestro tiempo están practicando el sexo en menor proporción a los de antaño. Y estructuralmente nada parece que pueda cambiarlo.

Las cifras. Las ofrece una nueva investigación, amparada en trabajos previos y encuestas recientes, publicada hace un puñado de días. El porcentaje de jóvenes estadounidenses (entre 18 y 24 años) sexualmente inactivos ha pasado del 18,9% entre 2000 y 2002 al 30,9% entre 2016 y 2018. Un tercio de los jóvenes post-adolescentes de Estados Unidos no está practicando sexo, en una tendencia rastreable también en Europa.

Referentes. No es una novedad, pero sí impacta lo rotundo de las cifras. Sabíamos que el 23% de los estadounidenses entre los 18 y los 30 años, una franja de edad ya enmarcada a las puertas de la vida adulta, tampoco estaba teniendo sexo. La muerte del sexo no es exclusiva de las nuevas generaciones (los más adultos, por encima de los 30 o los 50 años también están reduciendo su actividad), pero sí más pronunciada.

La prueba del algodón definitiva: el porcentaje de adolescentes pre-universitarios que ya han perdido su virginidad es hoy del 39%, frente al 51% de 1991.

Explicaciones. ¿Y a qué se debe todo esto? Como explica otro investigador en un concienzudo comentario sobre el estudio, al retraso de la edad adulta. La extinción del sexo coincide no casualmente con un descenso en el consumo de alcohol, de tabaco y de sustancias diversas. Entre 1991 y 2017 el porcentaje de adolescentes que beben alcohol con frecuencia ha pasado del 80% al 60%; que fuman, del 70% al 39%; y que toman drogas, del 24% al 19%. El placer culpable se está acabando año a año.

Es la economía. Los factores que explican este comportamiento son muy diversos, pero hay uno que parece definitivo: la economía. Todo lo anterior coincide con un retraso del inicio de la actividad sexual y afectiva, de la independencia paterna, del matrimonio, del embarazo y de la edad a la que se tiene el primer hijo. No es simplemente lo que los jóvenes toman. Es que están postergando cada vez más todos los ritos de paso.

Es un proceso atado en parte a las condiciones materiales, magras para los millennial. En España, sin ir más lejos, el 37% de los adultos entre 24 y 35 años aún vivían en casa de sus padres en 2015; y muchos de ellos ya aspiran a independizarse sólo cuando hereden. En Estados Unidos, la inactividad sexual ha sido más prevalente durante los últimos diez años entre los jóvenes sin trabajo a tiempo completo. En otras palabras:

Las actividades adultas se refuerzan las unas a las otras. Es más difícil conocer una pareja o tener relaciones sexuales cuando no se es económicamente independiente de los padres. Queda por ver si estas cohortes de hombres jóvenes llegarán al nivel de empleo y otras actividades adultas de cohortes previas. De ser así, su nivel de actividad sexual quizá crezca.

¿Futuro Japón? Hasta entonces, sólo podemos teorizar. O imaginar nuestro futuro en base al presente de Japón, la nación que en tantos sentidos parece adelantar (para bien y para mal) a todas las demás. El 70% de los japoneses no casados entre los 18 y los 34 años no tienen pareja. Alrededor de la mitad de los adolescentes y jóvenes solteros siguen siendo vírgenes. El 45% de las mujeres menores de 24 años no desean tener relaciones sexuales ni ahora ni en el futuro. Un tercio de los menores de 30 años no tiene citas.

Jamás. Nunca. De ningún tipo. Japón es un país cada vez más asexual. ¿Hacia allá caminamos todos en Occidente?

Imagen: Vladimir Kudinov/Unsplash

La imagen de los Conguitos es racista. Lo era en los años sesenta y lo sigue siendo a día de hoy

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La imagen de los Conguitos es racista. Lo era en los años sesenta y lo sigue siendo a día de hoy

En 2003, María Frías, una profesora de la Universidad de la Coruña, lanzó una acusación por aquel entonces sorprendente: los Conguitos, la célebre marca comercializada por Lacasa desde hacía décadas, eran racistas. "Insulta a los miles de africanos que se encuentran en España", explicó, "y sólo sirve para fomentar y perpetuar estereotipos negativos del pueblo africano". Sus palabras causaron una pequeña conmoción, especialmente en Zaragoza, ciudad de origen de la empresa.

A los pocos días, el por aquel entonces consejero de Industria, Comercio y Desarrollo de Aragón, Arturo Aliaga, respondería con firmeza a tan duras declaraciones: "No estamos para que se perjudique la imagen de las empresas aragonesas cuando Chocolates Lacasa es exquisita con las normativas medioambientales, sanitarias y con la seguridad". La historia tuvo recorrido, y El Periódico de Aragón terminaría entrevistando al diseñador del logotipo original, Juan Tudela Férez.

Sus argumentos resultan familiares diecisiete años después: "Eran unos años en los que se les daba un toque exótico a algunos productos. En esa época se produjo la independencia del Congo belga y se puso de moda una canción sobre el país en cuestión". Los Conguitos no eran sino hijos de un tiempo, 1961, donde el racismo no se conocía. O mejor dicho: no se reconocía. "En España no había inmigrantes africanos. Ni siquiera los podíamos ver por televisión, porque no teníamos (...) Las cosas hay que juzgarlas en su tiempo y su contexto. Hoy no lo habría dibujado así".

Desde entonces, la imagen de los Conguitos ha causado un sinfín de polémicas periódicas, en una suerte de serpiente veraniega que cada cierto tiempo se cuela en el debate público español. A menudo los relatos surgen de un anónimo europeo (sueco o galés, en 2008 o en 2017) que se "escandaliza" al llegar a España y descubrir la existencia de los Conguitos. El ciclo siempre se repite. Alguien vierte la acusación; tiene recorrido en redes; y miles de personas se escandalizan por semejante idea.

2020 no es una excepción.

Conguitos Anuncio

Durante los últimos días la polémica ha gozado de un reeditado interés, en no poca medida fruto de los disturbios raciales que han sacudido a Estados Unidos. Una petición de Change.org bastante minoritaria (apenas llega a las 1.000 firmas) ha obtenido el favor de los medios de comunicación. "Tanto el propio término Conguitos como la ilustración caricaturesca de un hombre negro con grandes labios rojos convierten a este snack en un producto estigmatizador para la población negra", explica. Gran parte del jaleo ha surgido de Twitter, donde una autodeclarada nieta del "creativo publicitario" que ideó la imagen de los Conguitos ha salido en defensa tanto del autor como de la obra, hija de su tiempo.

La polémica calca a la vivida hace algunas semanas a cuenta de Lo que el viento se llevó. Cuando HBO anunció que retiraría la película de su catálogo para volver a introducirla con un preaviso sobre su contenido racista, miles de personas lo interpretaron como un revisionismo mojigato, incapaz de lidiar con el contexto histórico de la obra. Estábamos ante la enésima batalla cultural entre una generación de ofendiditos, empeñada en reescribir la historia y en entrever agravios por doquier, y otra generación harta de que manoseen y perviertan los mitos de su infancia o juventud.

El debate en torno a los Conguitos no es diferente. Gran parte de la reacción a la acusación de racismo no tiene "fundamento" y parte de un nuevo "puritanismo". ¿Cómo puede ser racista algo concebido de buena fe, sin ánimo consciente de vejar o discriminar a la población negra? "No creo que esa marca ni todo lo que tiene que ver con el producto se acerque al racismo", escribe en El Correo de Andalucía un columnista. "Apenas se veían [negros] en España porque no vivían aquí. Desde luego, no recuerdo que jamás ninguno de mis amigos comiera Conguitos pensando en que devoraba a un negro o como acto racista".

Ahí reside gran parte de la clave. El contexto cultural de principios de la década de los sesenta es radicalmente distinto al actual. Como sucediera con Lo que el viento se llevó, entender el clima de aquellos años permite comprender mejor por qué surgió y por qué tuvo éxito, sin que demasiadas personas, en apariencia, antepusieran pegas. Pero no le exime de la acusación. Que ningún español pensara en los Conguitos como algo racista no significa que los Conguitos, desde su concepción, no fueran racistas. Si acaso, es extremadamente indicativo de cómo opera el racismo.

Los Conguitos eran racistas en 1961 y lo siguen siendo en 2020.

Cómo funciona un estereotipo

El racismo, como cualquier otro ejercicio de discriminación hacia colectivos ajenos y externos, adopta múltiples metodologías. No se limita a una mera expresión de odio dirigida contra un grupo social, expresiones o actitudes (insultos, violencia) nítidamente reconocibles, sino que abarca otras formas, muy a menudo inconscientes. El estereotipo es una de las más claras. Caracterizaciones exageradas, descripciones despectivas, retratos que desdibujan al otro y lo convierten en una parodia, en un cliché.

Cuando Fedimar comercializó por primera vez a los Conguitos lo hizo con un marcado toque exótico y asalvajado. Uno de sus primeros anuncios resiste pocas interpretaciones a día de hoy: una familia en el corazón de la selva africana abandona su choza y se dispone a dar un paseo, lanza en mano, en busca de una presa que ensartar. El padre exclama vocablos bárbaros con una voz grave. Sus hijos, todos semidesnudos, le acompañan en lo que podemos suponer un día como otro cualquiera.

Variantes posteriores redundaban en similares descripciones físicas. El africano como un ser humano apartado de la civilización, tan distinto a nosotros, y físicamente en nuestras antípodas. Lo exagerado de sus rasgos (unos labios prominentes y gruesos, un cuerpo achatado y redondo, cabezas lisas y gigantescas) contribuía a marcar una línea definitoria entre nosotros y ellos. Una línea satisfactoria desde el punto de vista europeo, porque reafirmaba las ideas preconcebidas que pudiéramos tener sobre el hombre negro. Poco desarrollado, salvaje, brutal.

No es algo particular de los Conguitos. Tales descripciones han servido desde tiempos inmemoriales para ahondar en discursos discriminatorios hacia las poblaciones negras. Es algo muy evidente en Estados Unidos. Una amplia panoplia de estereotipos, casi siempre dependientes de descripciones físicas rayanas en lo grotesco, contribuyeron a reafirmar un discurso esclavista y colonial mediante el que el orden establecido (ya fuera la esclavitud o la segregación) quedaba legitimado. Eran ideas que permeaban de manera no siempre consciente en la mente de los estadounidenses. Pero que justificaban un racismo formal e informal.

Ahí residía el poder del estereotipo. Como se explica aquí, operaba sobre "estructuras cognitivas que contienen el conocimiento, las creencias y las expectaciones percibidas sobre un grupo humano". Aquellas descripciones e ideas se fusionaban y se entremezclaban con la realidad. Difuminaban la naturaleza y el carácter del otro, distorsionando nuestra percepción sobre lo que es real y lo que es paródico. No es sino un cuando el río suena agua lleva aplicado a las relaciones raciales, una proyección de nuestros prejuicios. La caricatura se convierte en nuestra peculiar interpretación de la realidad, una caricatura siempre negativa y discriminatoria.

De ahí que prácticas teatrales tan arraigadas en su momento en Estados Unidos, como el blackface, sean hoy objeto de fuerte censura. Aquellos disfraces, por defecto, legitimaban ideas y visiones sobre la población negra que siempre tenían un alto componente despectivo, cuya intención última no era sino hacer escarnio y reafirmar la superioridad racial sobre la que se sostenía el sistema esclavista o el segregacionismo de los estados del sur. Cuando un blanco, hoy, se pinta la cara de negro no puede obviar este contexto, por muy buenas que sean sus intenciones.

Conguitos Tarzan

España y Europa en su conjunto no han sido ajenas a estas prácticas. Ahí tenemos a los Zwarte Piet holandeses, tan polémicos como los Conguitos. Ahí tenemos los anuncios históricos de Cola-Cao ("Yo soy aquel negrito, del África tropical"), poco menos que una apología de las plantaciones esclavistas. Y ahí tenemos la multitud de estereotipos e ideas racistas que siguen permeando aún hoy nuestra imagen del pueblo gitano. Ideas, por cierto, muy combatidas por las asociaciones gitanas, como la retirada de la definición de gitano como "trapacero" en el DRAE ilustra.

Parecen cuestiones triviales, pero no lo son. El modo en que representamos el mundo en que nos rodea, y muy especialmente las sociedades y las culturas que nos rodean, tiene una importancia crucial en el moldeado de ideas y actitudes. Si la única descripción de un grupo racial consiste en taparrabos, lanzas y canibalismo (esas ollas donde una tribu africana terminaba cocinando a algún blanco despistado en multitud de tebeos), es poco probable que puedas imaginarlo diseñando alta tecnología u operando a corazón abierto. Y por tanto que le abras la oportunidad.

¿Qué hacemos con nuestro racismo?

Como es natural, la línea que divide lo aceptable de lo racista no es estática. Cambia y se transforma con el tiempo, en función de las sensibilidades sociales y culturales de cada época. Es probable que en la década de los sesenta pocos españoles se plantearan el sustrato racista y discriminatorio de una caricatura que transformaba a los habitantes del Congo en meros dulces, en un reclamo de márketing. Cincuenta años después, y mucho antes, como ya hemos visto, la realidad es otra.

Es algo de lo que Lacasa ha sido consciente durante las últimas décadas. La imagen de los Conguitos, tan icónica para miles y miles de personas, se ha ido modulando con el tiempo. Sus últimos anuncios televisivos no ahondaban en un sustrato tan explícitamente racista como los primeros. Las referencias a las tribus salvajes en medio de la selva, Tarzán incluido, aminoraron con el tiempo. En 2011, la figura del conguito cambió de forma radical, perdiendo sus característicos labios.

Como explica nuestro compañero Fernando de Córdoba, ya en los noventa Lacasa trató de redefinir a los Conguitos no tanto como una tribu perdida de la mano de Dios en el corazón de África como una colección de iconos pop negros (Tina Turner, Stevie Wonder), transformando una descripción estereotipada y negativa del pueblo africano en una suerte de apología de la cultura negra (afroamericana). Aquellas pequeñas transformaciones siempre encontrarían resistencia. En el Dakar de 2018 Jesús Calleja recorría el desierto africano... Con un conguito clásico.

Ya no hay lanza, ya no hay labios, pero el nombre pervive. La idea original sigue ahí, impertérrita. En Marca por Hombro propone varias ideas para Lacasa: desde convertirlo en una submarca de Lacasitos hasta hacer desaparecer a los Conguitos por completo, pasando por una variedad o un endoso de Lacasitos. Restarle importancia, asociarlo a un producto muy similar pero con menor conflictividad mediática. Es algo habitual en multitud de productos, desde las Natillas (hoy Danet) hasta los Petit Suisse (hoy Danonino), pasando por Míster Proper (Don Limpio).

En cualquiera de los casos, Conguitos será una marca problemática hasta el fin de sus días, si es que llega. Participa de forma informal en un racismo muy arraigado en las sociedades occidentales, uno implícito y subconsciente, pero presente al fin y al cabo. Nada de esto implica que Lacasa sea una empresa racista. O que nosotros cometamos un acto racista al consumir unos Conguitos. La existencia de los Conguitos no supone una discriminación práctica de la población africana en España.

Su problema es otro. Opera sobre estereotipos e imágenes, en el marco de las ideas. Lo que sesenta años atrás parecía aceptable, y lo era a todos los niveles sociales y mediáticos, hoy lo es un poco menos. No se trata de una enmienda a la totalidad de sus creadores, ni un juicio moral que deba colocarles en la picota pública a posteriori.  Se trata, más bien, de reflexionar sobre cómo surgieron y cómo siguen operando aún hoy estereotipos que son perjudiciales para un grupo. Y en ese camino, los Conguitos son un ejemplo muy explícito.

Lidl ha sacado unas zapatillas con sus colores corporativos. Se están revendiendo a 500€

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Lidl ha sacado unas zapatillas con sus colores corporativos. Se están revendiendo a 500€

Ensombrecida por el incontestable dominio de Mercadona, Lidl es una de las marcas más populares en el resto del continente europeo. Sus semanas temáticas y productos especiales gozan de un excelente recibimiento. La cadena ha logrado construir una imagen de marca que bordea el culto. Una prueba reciente: acaba de lanzar una línea de ropa con sus logos y colores corporativos. Y se ha desatado la locura.

La línea. Consiste en una serie de productos textiles bastante ordinarios. Una camiseta blanca con su gigantesco logotipo; unos chulísimos calcetines; unas sandalias escandalosamente horteras; y unas zapatillas de colores imposibles. Todos ellos a muy bajo precio (entre los 0,99€ de los calcetines y los 14,99€ de las zapatillas). No se han comercializado en todo el continente, sino en una serie limitada de países, como Finlandia, Países Bajos, Alemania o Bélgica.

La locura. Hasta aquí, nada extraordinario. Lidl lleva años comercializando ropa y calzado, también en España. Sucede que la fiebre mitómana ha llevado al agotamiento de existencias primero... Y a la reventa desproporcionada después. Las zapatillas han causado especial furor. En Finlandia, según un periódico local, se formaron largas colas al punto de la mañana en búsqueda de un esquivo par.

Las escenas debieron ser pasmosas. Los tradicionalmente retraídos y tímidos finlandeses desesperados por unas zapatillas, incumpliendo las recomendaciones de distancia social por la epidemia. Según el empelado de una tienda, los estantes se vaciaron en diez segundos. Fue una jungla. Las escenas que circulan por redes evidencian la locura.

La reventa. De primero de economía: el valor de un producto se dispara cuando hay muy poca oferta y una demanda desproporcionada. Las zapatillas rápidamente saltaron al mercado de reventa. Es posible encontrarlas por 50€ y hasta 500€ en el eBay alemán, donde también se han agotado. En Wallapop un hábil emprendedor las ofrece al módico precio de 110€: "Nuevos sin estrenar. Envío muy seguro desde Alemania (...) También tengo calcetines y chanclas. Pague con PayPal si es posible".

En Tori, el Wallapop finlandés, alcanzan los 300€.

Locura Wallapop A 110€ en Wallapop.

Imposible. A esta hora, hacerse con algún producto de la línea se ha convertido en tarea imposible. Bélgica contaba con algunas unidades, pero todos sus productos (camisetas, chanclas, calcetines, zapatillas) se han evaporado. Entre tanto, Lidl ha planteado comercializar las prendas en otros países. Uno de ellos es Irlanda, donde, al parecer, la cadena ha recibido repetidas e insistentes solicitudes para ello.

Ascendencia. ¿A qué se debe semejante fiebre? Quizá al círculo interminable de la ironía. Catálogos que antaño nos hubieran parecido horripilantes, como este, hoy son chic. O a que hay verdadera, verdadera pasión por Lidl en toda Europa. Uno sólo podría imaginar qué sucedería si Mercadona optara por lanzar una pequeña línea de ropa. Quizá, como está sucediendo con Lidl, también se convertiría en un objeto de culto, en una pieza de coleccionista. Será el poder de las marcas.

Lidl Catalogo

El fin del topless: está desapareciendo de las playas en plena reivindicación nudista de Instagram

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El fin del topless: está desapareciendo de las playas en plena reivindicación nudista de Instagram

El topless es una tendencia a la baja. Lo que en los años 60 y 70 se consideraba un movimiento liberador para las mujeres, hoy es rechazado por las generaciones más jóvenes. Mientras en Instagram se busca normalizar el busto al descubierto a través del movimiento #freethenipple, la playa está dejando de entenderse como el espacio donde reivindicarlo.

Francia. Hoy sólo hacen topless el 19% de las francesas, mientras que en 1984 lo practicaba el 43%. Hace tres décadas hacer topless era una tendencia muy habitual, reivindicada por iconos como Brigitte Bardot, a quien hoy solo siguen las mujeres de 50 y 60 años. Según refleja el último estudio de Ifop, la caída del topless es constante: en tan solo tres años han pasado de practicarlo el 29% de las francesas a tan sólo el 19%.

Pero esto no es algo novedoso, sino algo que se viene observando desde el 2010 en adelante. En 2009, este artículo de la BBC ya advertía del cambio de tendencia y alegaba que el nuevo patrón de comportamiento se debía a que las mujeres jóvenes asociaban cada vez menos el topless a la vieja lucha feminista.

Giro Generacional. Según el mismo estudio de Ifop, son las menores de 25 años quienes más incómodas se sienten tomando el sol a busto descubierto. ¿Razón? No quieren sentirse observadas por los hombres que puedan mirarlas de forma "maliciosa", de ahí que un 51% de las encuestadas jóvenes tenga miedo a ser atacada. Es decir, en pleno movimiento #MeToo, donde las mujeres denuncian las prácticas abusivas que viven o han vivido a manos de hombres, una parte teme mostrar su cuerpo en según qué espacios.

España sigue a la cabeza. A diferencia de Francia, el topless no es una tendencia que vaya a menos entre las mujeres españolas. España lidera las playas europeas con un 48% de mujeres tomando el sol aún de esta forma, mientras que el resto de los países del viejo continente imitan la tendencia francesa. Alemania pasó de un 41% en 2016 a un 34% actual; Reino Unido de un 26% a un 19%; e Italia de un 20% a un 15%. España en los últimos tres años solo bajó un punto.

Por su parte, en países como Estados Unidos tan solo el 11% de las mujeres reconocen haber hecho topless en los últimos años. Sin embargo, su comportamiento responde más a una cuestión legislativa que de voluntad: el 30% de los estados tienen leyes muy ambiguas al respecto, y en un 6% de ellos es ilegal. Pese a ello, según este artículo de a revista Time, "hay cierto grado de libertad" a la hora de hacer topless, aunque la decisión final recaiga en las autoridades.

Control. Al hilo del uso de las redes sociales, este informe de la Universidad de Washington DC habla de cómo las nuevas generaciones se han vuelto más recelosas con la esfera privada. Es decir, a pesar de que comparten su vida en redes, son ellos quienes deciden qué contenido suben y, sobre todo, a quién se lo muestran. El mismo estudio revela que prefieren el contenido de duración limitada como las stories de Instagram a las fotografías que permancen en la feed.

Por eso, una de las razones que ha hecho que el topless haya caído es la opinión que tienen las generaciones más jóvenes sobre la práctica. La académica y escritora Janine Mossuz-Lavau lo asocia a un cambio de significado: mientras para las mujeres de los 60 y 70 era una muestra de lucha contra el patriarcado, las mujeres menores de 25 años no sienten que mostrar sus pechos en la playa sea algo "liberador".

Instagram.  Parte de las protestas feministas actuales buscan terminar con las connotaciones sexuales asociadas exclusivamente al cuerpo de la mujer. Y la respuesta a la censura del pezón femenino en Instagram es una batalla más enmarcada dentro de la misma lucha. El hashtag #freethenipple busca que el pecho de la mujer pueda ser percibido en Instagram como una elemento más del cuerpo humano y no como algo con carácter sexualizador.

Imagen: Alejandro Juarez /Pexels

Si no te gustan los muebles de tu casa, Muji te ofrece una alternativa. Alquilarlos por 6€ al mes

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Si no te gustan los muebles de tu casa, Muji te ofrece una alternativa. Alquilarlos por 6€ al mes

Las tendencias de consumo están cambiando. Antaño solíamos comprar cosas, adquirir bienes para el resto de nuestras vidas. Hoy los modelos de alquiler o suscripción disfrutan de un revitalizado interés. El ejemplo más evidente es la industria musical o audiovisual: ya no compramos discos, ya no vamos al cine, ahora pagamos religiosamente nuestra suscripción a Spotify o Netflix. Las causas (y las consecuencias) son variadas, pero el modelo se está extendiendo a otros sectores y negocios.

También a la decoración.

Por 6,4€ al mes. El último ejemplo lo ofrece Muji, la extraordinariamente popular tienda de menaje japonesa. Los rigores del confinamiento han propulsado una idea ya explorada por otras compañías del sector. ¿Debes pasar una larga temporada en tu hogar pero no dispones de los muebles y los enseres necesarios para trabajar? No te preocupes. Con Muji puedes acceder a un variado catálogo de mobiliario de oficina, a renovar periódicamente, por unos 6,4€ al mes (800 yenes).

El servicio por el momento sólo está disponible en Japón.

Por qué. El gancho es reciente e ineludible. Durante los últimos meses un amplio porcentaje de la economía se ha trasladado de las oficinas al hogar. En España y en el pico del confinamiento, alrededor del 30% de los trabajadores desempeñaron sus tareas desde casa. Como vimos en este reportaje, esto trajo problemas. No todas las personas disponían de un espacio reservado de oficina o de sillas ergonómicas (agotadas en Ikea y otras tiendas). Las compras telemáticas se dispararon.

Es algo que sucedió en todo el mundo. Y que podría impulsar definitivamente el teletrabajo, fijo o esporádico.

Tendencia. ¿Qué hacer si durante algunos periodos del año trabajamos en casa pero durante otros no? Es un dilema en un tiempo en el que el espacio habitacional de muchos trabajadores, fruto de los rigores del alquiler, se ha reducido. Muji ha encontrado la respuesta en un modelo de suscripción al mobiliario de oficina (o de otras características). Es algo ya explorado por Ikea, predominante en Europa. La compañía sueca también tiene previsto iniciar un experimento de alquiler en más de 30 países.

Reutiliza. Los motivos son variados, pero encajan bien dentro de la gran tendencia a la reutilización y la segunda mano, de especial penetración en la moda pero también en otros sectores. Las imposiciones del coronavirus, el crecimiento del teletrabajo y la progresiva conciencia medioambiental (reutiliza, recompra, recicla), ya tenga fundamento ideológico o comercial, hacen que para muchas empresas el préstamo sea una opción atractiva. Como también para muchísimos consumidores.

Como hemos visto en otras ocasiones, los nuevos consumidores (jóvenes, con menor nivel adquisitivo pero también con menor vínculo a la posesión. Lo reconocía Ikea hace algunos meses: "Notamos que los jóvenes cada vez más se decantan por alquilar cualquier servicio, desde música hasta coches". Es un cambio cultural propiciado por los nuevos patrones de consumo digitales. Nos hemos acostumbrado a la suscripción frente a la adquisición, a productos que se renuevan y a ataduras muy ligeras. La vida es menos predecible. Tener muebles puede ser un engorro.


Adidas Yeezy: Kanye West ha pasado de deber 53 millones a ser milmillonario gracias a este órdago empresarial a Nike

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Adidas Yeezy: Kanye West ha pasado de deber 53 millones a ser milmillonario gracias a este órdago empresarial a Nike

Kanye West acaba de entrar al club de los milmillonarios. Lo ha corroborado este último trimestre Forbes, a quien el cantante ha permitido acceder a sus cuentas para que todo el mundo sepa que, por mucho que rabien, por muchas dificultades que esté afrontando en su vida personal como sabrá cualquiera que esté atento a su cuenta de Twitter, Ye es el artista más exitoso en términos económicos del mundo.

El top de tops está copado por astros del balón, influencers y figuras de Hollywood, y hay que irse muy abajo para encontrar a los primeros artistas musicales en la lista. Hay gente que, simple y llanamente, está por encima de las convenciones.

 

Su éxito no se debe, por supuesto, a su carrera musical, por el momento en cuarto menguante, sino a Yeezy, marca de zapatillas a su nombre y cuyo grueso de producción son las colaboraciones que mantiene con Adidas, un acuerdo de licencia que aún les mantendrá unidos por un par de años. Si te has asomado en alguna ocasión al mundo de las sneakers sabrás que las Yeezy son una fuerza del mercado insalvable, el “Lamborghini de las playeras”, como él mismo las define. Ahora que esta semana saldrán la próxima edición, las Yeezy 350 “Israfil”, merece la pena contar cómo fue su operación de conquista de los cielos empresariales.

Porque West no siempre estuvo ahí. El suyo es el ascenso de alguien que aceptó un relativo riesgo personal a cambio de la gloria y logró alcanzarla en menos de cuatro años. En 2016 Kanye imploraba vía redes sociales que los gigantes tecnológicos creyeran en su visión… y de paso le ayudasen a limpiar sus finanzas. “Tengo una deuda personal de 53 millones de dólares y necesito que Mark invierta 1.000 millones en mis ideas”, rogaba públicamente en un mensaje dirigido a Mark Zuckerberg.

El de Sillicon Valley no se animó a invertir en su proyecto (aunque cuentan que luego se les vio irse de karaokes juntos), pero no importa. Con un valor estimado de 1.300 millones de dólares, si él quisiera bien podría ahora sufragar esos innovadores proyectos de su propio bolsillo.

La gracia está en que en 2019 la riqueza de Kanye se estimaba por estas mismas fuentes en 170 millones de dólares. ¿Qué demonios ha podido pasar en este tiempo? Que ha terminado de florecer, y de qué forma, la estrategia Yeezy.

El músico que diseñaba playeras para (en teoría) deportistas

La licencia nació en 2009, en una colaboración del, entonces sí, principal referente del rap, con Nike.

Fue una jugada extraña: era la primera vez que la marca colaboraba para sus productos con alguien que no fuese un deportista. Es de suponer que los analistas se empezaron a adelantar a lo que estaría por venir en la siguiente década: una revolución que las sneakers se convertirían en el nuevo objeto fetiche del universo tendencias, en cuyo caso bien vale apostar por influencers antes que por tipos que corren detrás de un balón.

Nike Air Yeezy 2

En 2012 salieron las Air Yeezy II. La versión inicial proponía una estética revolucionaria para este tipo de calzado, y al salir la versión 2.0 el público estaba preparado para hacer todo lo posible por hacerse con unos pares nuevos de aquellas sneakers exclusivas. Los propietarios de las tiendas empezaron a ver cómo la gente hacía acampada durante semanas () a las puertas de sus establecimientos por unas zapatillas que superaban los 200 dólares (hoy no te las encuentras en la reventa por menos de miles).

West se dio cuenta de una cosa: tal y como declaró, se trataba “de la primera vez que un calzado tenía el impacto de las Air Jordan”, las zapatillas esponsorizadas por Michael Jordan en los años 80 y por las que podemos afirmar que el mundo de las sneakers ha llegado a lo que ha llegado.

Aquí las versiones difieren. Según unas, el ansia del artista era tumbar el modelo de lanzamiento esporádico y de tirada exclusiva que mantenía Nike. Otros días el cantante deslizaba a sus interlocutores que lo que le parecía injusto era ser un simple asalariado. Él quería llevarse comisión, royalties, como los que ostentaba Jordan. Tal tipo de exigencia se veía por aquel entonces como el producto de un ego inconmensurable. La respuesta de Nike a su envite fue ofrecerse a dar un porcentaje de los beneficios obtenidos a las obras benéficas que el cantante eligiese.

Apostar por ti mismo y cambiar las reglas del juego

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West cumplió su amenaza y se fue. Adidas entró en acción y tendió una alfombra roja en forma de jugosas condiciones para congraciar al maelstrom. Firmaron en 2013: West tendría que pagar una parte de las campañas publicitarias, pero a cambio obtendría un 15% de royalties y seguiría siendo propietario de la marca. Por comparar, se estima que Michael Jordan ostenta un 5% de royalties y no posee la marca. El matrimonio Jordan-Nike se incluía hasta entonces en los libros de historia de la moda como uno de los más lucrativos y beneficiosos para una celebridad, deportiva o de cualquier otro tipo.

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2013 y 2014 fueron buenos años, productivos tanto desde el mundo de vista musical como empresarial. En 2015 cambió todo, probablemente sin que ninguno de los dos lados del acuerdo supieran lo que vendría después. Ese fue el año que marcó el lanzamiento de las primeras ediciones de la Yeezy 350, base sobra la que se ha cimentado el éxito de la marca. Aunque Adidas nunca ha querido publicar cifras, el cantante dejó caer que, para 2016, cada vez que sacaban alguna nueva edición podían vender en la web 40.000 modelos en cuestión de minutos, antes de cerrar a cal y canto el grifo de las sneakers para conservar su exclusividad.

Desde entonces el universo Yeezy ha continuado en un ascenso continuado. West consiguió cambiar el modelo de redistribución, como quería haber hecho en tiempos de Nike, y aunque sigue siendo difícil comprar algunas de las playeras de las ediciones más lujosas (lo que hace que se coticen al alza en el mercado de la reventa, el sector que ayuda a que la propia marca siga siendo hot), ahora algunos de sus modelos son mainstream y sólo requieren que el interesado esté pendiente de la web en las 48 horas siguientes al drop y esté dispuesto a arrojar 200, 300 dólares por playeras deportivas ultratécnicas que casi con toda seguridad sólo utilice para pavonearse en las fiestas y en la calle.

En 2019 la línea Yeezy generó 1.500 millones de dólares, un 50% más de lo que vendió en 2018. Por poner en contexto, la línea Jordan de Nike, su principal rival y una colección con casi 40 años de historia, vendió 3.000 millones. Algo más sorprendente aún: la licencia del baloncestista con Nike le ha generado unos ingresos por valor de 130 millones de dólares sumando todo lo recaudado a lo largo de las décadas, un dinero que le pone a varias cabezas de los siguientes contendientes en la lista de las licencias deportivas, tipo LeBron James. De su acuerdo con Adidas para hacer playeras, Kanye se ha llevado 140 millones en 2019. Sólo en un año.

Puede que Kanye no sea el mejor atleta del mundo, pero seguramente sea el hombre al que más rentable le ha salido tirar un triple en toda la historia.

4.600€ por una planta: la fiebre por el interiorismo botánico está alcanzando cotas inéditas

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4.600€ por una planta: la fiebre por el interiorismo botánico está alcanzando cotas inéditas

¿Cuánto dinero estarías dispuesto a pagar por una planta? Para la mayoría de las personas la pregunta parte de un supuesto absurdo. Las plantas son populares porque requieren de una baja inversión. Es algo que está cambiando poco a poco. La fiebre por la adquisición de variedades raras y codiciadas por los coleccionistas está disparando los precios, alcanzando cotas jamás vistas. El último ejemplo: en Nueva Zelanda se acaba de vender una pequeña maceta por 4.600€.

La red. Sucedió en Trade Me, una popular plataforma de intercambio de objetos dentro del país. Un usuario puso a la venta una "variedad extremadamente rara" de rhaphidophora tetrasperma, similar en apariencia, si bien más pequeña, a la muy popular costilla de Adán. La subasta se convirtió en una locura, culminando en una compra superior a los 4.600€ (8.100$ neozelandeses), un récord en la plataforma. Alrededor de 754€ por hoja. Seguramente la planta más cara del mundo.

Tendencia. La escala es inigualable, pero no es la primera vez que una planta se vende a precios desorbitados. En agosto, también en Trade Me, otra planta superó los 3.500€, superando el récord histórico de la plataforma (ligeramente por debajo de los 1.000€). Algunos meses antes, una flor de Nácar superó los 2.300€, y durante las últimas semanas una prominente costilla de Adán se ha subastado con éxito por 3.200€. Hay una fiebre real por la colección de plantas llamativas o de moda.

Causas. En el caso de la rhaphidophora tetrasperma, la actual poseedora del récord, el motivo se debe a su rareza. Como explica una experta en Vice, cuenta con cuatro hojas de dos colores (verde y amarillo) y no con tres. Se trata de una mutación genética presente en otros ejemplares y que disparan su cotización en el mercado de segunda mano. Pero los motivos van más allá de la anécdota botánica. Se trata de una tendencia cultural presente en otros países y muy popular entre las nuevas generaciones.

Historia. No se trata de una pasión nueva. El ejemplo más célebre es el de la burbuja de los tulipanes desatada en Países Bajos en el siglo XVII, menos irracional desde el punto de vista económico de lo que pudiera parecer. Siglos más tarde, a principios del XX, las orquídeas cotizaban a unos alucinantes 150.000$ actuales en Estados Unidos. La fiebre por las primeras fue real durante los primeros compases de la centuria, prolongándose en su segunda mitad y alcanzando al comercio ilegal y subterráneo.

Hacia lo salvaje. Lo analizaba The Guardian hace un año, mucho antes del confinamiento: tiendas de mobiliario como Made habían cuadriplicado su venta de accesorios para plantas, macetas principalmente; y la Real Sociedad de Horticultura británica había identificado un aumento de hasta el 15% sobre los niveles de 2013 en las ventas de plantas de interior. Sólo en 2018 el mercado se había expandido en Reino Unido un 50%, gracias al entusiasmo de los recién independizados entre los 25 y los 34 años.

Moda. No cuesta atisbar los motivos. En un mundo radicalmente urbanizado, las plantas de interior se han convertido en una herramienta para conectar con la naturaleza y lo salvaje. Una de las tendencias más omnipresentes de los últimos dos años, el mimbre, camina por ahí: materiales naturales (bambú, caña, madera) frente a sintéticos, siempre engalanados por más y más plantas. Una selva en el salón.

Las plantas requieren de un mantenimiento bajo y de menor atención que las mascotas, amén de su precio modesto, afín a una generación particularmente golpeada por la precariedad y la temporalidad. Son un camino hacia la responsabilidad adulta fácil y confortable.

Más naturaleza. Tendencia que en España, por ejemplo, ha cristalizado también en el boom de los huertos urbanos (con todos sus peros), muy populares en todas las ciudades y asunto que causó múltiples quebraderos de cabeza a sus dueños durante el confinamiento. La eclosión de mascotas urbanas (perros y gatos) durante los últimos años se explica bajo los mismos parámetros: conexión con la vida y la naturaleza y sustitución de las responsabilidades de antaño (hijos), por incapacidad o elección.

Las plantas son el primer eslabón (el más elemental) de una larga cadena de tendencias naturales dentro de los entornos urbanos. Y como en casi todas las demás, siempre hay extremos, en especial cuando la filia coleccionista hace acto de presencia. Y de ahí, al récord de 4.600€.

Una salón de colores orgánicos: la epidemia dispara las ventas de pinturas azules y verdes

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Una salón de colores orgánicos: la epidemia dispara las ventas de pinturas azules y verdes

Cuando Pantone eligió su "color del año" para 2020, un azul tan sobrio como clásico, difícilmente podría imaginar los acontecimientos que transformarían nuestra vida para siempre. También a nivel cromático. El confinamiento ha realineado nuestra relación con determinados colores, en especial aquellos que decoran las paredes de nuestras casas. De los grises y rojos apagados hemos pasado a colores más orgánicos.

Un ejemplo. Lo proporciona este interesante artículo de Art News. Proveedores de pintura de todo el mundo han registrado dos fenómenos paralelos desde principios de marzo: un aumento paulatino de las ventas, fruto del interés de muchas personas de repintar sus casa durante el confinamiento; y una sutil evolución en nuestros gustos. Del primero dan fe otros reportajes españoles de principios de la pandemia, cuando las ferreterías observaron un repunte en la compra de pintura.

En datos. Tiendas británicas como Farrow & Ball han registrado hasta un repunte del 20% en las ventas; otras, como Sherwin & Williams, veían crecimientos más modestos a finales de abril (2%). La clave aquí es la tendencia: colores rojizos y azules de tonalidad oscura, como el elegido por Pantone a principios del año, han caído un 90%; mientras que verdes y azules más naturales, además de amarillos y morados apagados, han crecido hasta un 59%. Tonos más orgánicos, más naturales.

Motivos. No cuesta entreverlos: el confinamiento obligó a millones de personas a replantearse la distribución y el aspecto de sus casas, inadaptadas al trabajo en remoto. Esto tuvo un impacto directo primero en algunos muebles (las sillas de oficina y los escritorios volaron, por ejemplo) y después en los colores. Se acabaron los grises tan característicos de la pasada década, o los rosas asalmonados. Queríamos menos artificio y más contacto con lo ausente, el aire libre.

Gamas tan brillantes y vívidas como el rosa coral, elegido "color del año" por Pantone en 2019, han pasado a mejor vida. No queremos que nuestra casa nos sobreestimule, pero tampoco que nos deprima. Queremos un entorno sobrio, con la suficiente luz y contacto natural como sea posible.

Conexión. Hay un patrón común entre los colores que deseamos incluir en nuestro hogar y la huida hacia la naturaleza y el medio ambiente anhelada por miles de personas durante los últimos meses. Si un color debiera definir nuestra relación con la pandemia bien podría ser el "verde". No sólo porque las actividades al aire libre, en parques, tienen menos riesgo de contagio (lo que las hace más atractivas); sino también por el pequeño éxodo de urbanitas hacia zonas rurales, gracias al teletrabajo.

Lo vimos hace algunas semanas: son numerosas las familias que han hecho de sus segundas residencias una vivienda permanente, lejos de las grandes ciudades; o jóvenes que han regresado al pueblo. Allí, entre el verdor, hay menos gente, menos multitudes, más seguridad.

En casa. Una pandemia y un confinamiento que, por naturaleza, nos han impulsado a las tareas del hogar. A arreglar aquello que siempre estaba pendiente. A las pequeñas pasiones frugales. Desde la fiebre por hacer pan hasta la repostería casera, pasando por el repintado de la casa o el arreglo de muebles y otros elementos de la casa. Es un cambio de perspectiva que se ha traducido, como es lógico, en los colores que priorizamos. En unos meses sabremos si Pantone también lo ve así.

Barbie no estaba muerta. Sólo necesitaba una pandemia para disparar sus ventas de nuevo

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Barbie no estaba muerta. Sólo necesitaba una pandemia para disparar sus ventas de nuevo

La pandemia ha traído nostalgia a gogó. La gente está viendo partidos de fútbol antiguos. Por lo que sea miles de personas en todo el mundo están volviendo a ver Colombo. Y ahora las unidades familiares han desechado la modernidad juguetera para apostar por la buena y tradicional Barbie, que ha recibido la noticia con todo el jolgorio que sus ortopédicas manos de plástico le permiten.

Barbie down: la travesía por el desierto de este icono infantil nacido en 1959 empezó con la llegada de los 2000, cuando las Bratz y después las Monster High secuestraron la imaginación de las niñas ofreciendo una imagen más adaptada a sus tiempos. En los 10s poco a poco los niños se digitalizaron, cada vez más pendientes de pantallas y juegos de mesa. Si en 1997 Barbie hacía casi 1.800 millones de dólares, en 2019 acaparaba 1.160 millones, sin haber ajustado la inflación.

Y Barbie boom: como reporta ahora Wall Street Journal, en el tercer trimestre de 2020 la muñeca norteamericana ha experimentado un crecimiento de sus ventas en un 29%, lo que ha llevado a Mattel a aumentar sus ingresos en un 10%. Estamos ante el mejor trimestre de Barbie en veinte años.

Y no se explica exactamente por qué: como muchos sabrán, Barbie pasó por un intensivo proceso de transformación de la punta de los pies a la cabeza, ofreciendo decenas de tallas corporales, colores de piel o cabello, estilos de moda o trayectorias profesionales. Una Barbie para cada tipo de niña e incluso niño, pensaron los ejecutivos en 2017. Aunque esta transformación vino acompañada de un crecimiento de sus ventas, no ayudó a que la insigne muñeca se recuperase lo suficiente. Sí ha ayudado, eso sí, la gama Color Reveal, una fantasía del estímulo descerebrado por el que tú metes a una figura de tono uniforme en agua caliente para desvelar cuáles son sus auténticos y humanoides colores.

¿Un mundo físico? Según los padres entrevistados por el periódico norteamericano, han suplido la preocupación por la carencia de socialización humana de sus chiquillas con productos infantiles “de calidad y confiables”. Una forma de alejarlos de las tabletas ahora que tienen todos los motivos para no apartar la vista de ellas y también intentar que la prole, al jugar con los mismos juguetes con que lo hicieron ellos en su niñez, altere lo menos posible su crecimiento y se les parezca lo más posible.

Narcisismo geográfico: cuando los habitantes de las grandes ciudades se creen mejores que el resto

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Narcisismo geográfico: cuando los habitantes de las grandes ciudades se creen mejores que el resto

Una mujer que se autoproclamó "mujer de granjero" desencadenó hace un año una controvertida conversación en Twitter en Australia por parte de profesionales frustrados procedentes de zonas rurales y provinciales de todo el país. Kirsten Diprose era una periodista cosmopolita que trabaja para ABC, un medio local, y que se ha convertido en reportera regional. En un [artículo][1] para ABC, declaraba que siempre había sentido la necesidad de utilizar sus credenciales y su experiencia en la ciudad para justificar su valor a nivel profesional. En el artículo escribía que:

Son muchas las personas en las zonas rurales que sienten que tienen que justificar sus carreras profesionales, ya sea en los medios de comunicación, en el ámbito de la salud, de la educación o de los negocios. Hay quien opina que si no estás trabajando en un núcleo urbano es porque no eres lo suficientemente bueno en lo que haces: nunca "diste el pelotazo" o te daba demasiado miedo intentarlo.

Como investigadores con experiencia profesional en servicios sanitarios y en medios de comunicación no podríamos estar más de acuerdo con las observaciones de Diprose. Lo que describe se conoce en el mundo académico como "narcisismo geográfico", un [término utilizado][2] por la psicóloga clínica sueca Malin Fors para explicar las interacciones entre las zonas más rurales y la ciudad con las que se encontró mientras trabajaba en una pequeña ciudad al norte del círculo polar ártico en Noruega.

El concepto también ha sido descrito en otros términos como _urban splaining_ (una forma de "menospreciar" a la gente que vive en zonas rurales por sus homólogos cosmopolitas) o "juicio geográfico", tal y como lo define la periodista Gabrielle Chan en su libro _Rusted Off_ sobre las opiniones de la gente que vive en las zonas rurales de Australia. La bibliografía especializada, desde [la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein][3] hasta [la obra del teórico cultural Raymond Williams][4], lleva mucho tiempo teorizando sobre las causas económicas y culturales de la división entre lo rural y lo urbano.

El narcisismo geográfico examina las consecuencias psicológicas.

Lejos de la ciudad, todos "de acampada"

Cuando consideramos las grandes ciudades como el centro de todo, se crea una visión narcisista en los habitantes de las ciudades que sutilmente (a menudo inconscientemente) devalúa los conocimientos, las convenciones y la subjetividad rurales, fomentando una "[creencia de que la realidad urbana es la definitiva][5]". Por ejemplo, a menudo los profesionales de la salud de las zonas rurales o provinciales se ven cuestionados por sus homólogos urbanos sobre su decisión de abandonar la ciudad: "¿Y cuándo piensas volver?".

Se supone que nadie se trasladaría de forma voluntaria a una zona rural por motivos profesionales, especialmente si no existen vínculos familiares o sociales en la zona.

Por otra parte, cabría sospechar, tal y como [señala][6] Fors, que las personas son desterradas a trabajar en zonas rurales por problemas personales. Se trata de un clásico del cine y de la televisión, cuando una persona con un currículum brillante en la ciudad se marcha a una zona rural debido a problemas con el alcohol, la adicción, el miedo o un crimen y una condena a servicios comunitarios. Uno de los ejemplos predilectos es la película franco-canadiense _La gran seducción_, en la que un cirujano se ve forzado a trabajar en un pequeño pueblo de pescadores mientras se enfrenta a conflictos internos por el consumo de cocaína y el amor por el críquet.

Granja (Michael Bourgault/Unsplash)

Este año hemos sido invitados a hablar en conferencias y eventos profesionales regionales sobre el tema y es evidente que existen muchos profesionales rurales que se tienen que enfrentar a esta mentalidad urbana para poder verse identificados (o verse a sí mismos) al mismo nivel que sus homólogos urbanos.

Como ejemplo, este tweet a modo de respuesta al [artículo de Diprose][7]:

¡Gracias! Aunque ya no trabajo en una zona rural, la idea de que de alguna manera eres inferior es algo que ha marcado toda mi carrera en una zona rural y todavía tengo que luchar con la idea de que no "llegué a ser algo" en mi profesión por no irme a una ciudad a trabajar de periodista.

O este otro:

Es lo mejor que he leído en todo el año. La gente me mira con cara de pena cuando digo que llevo trabajando en una zona provincial durante casi 9 años. Mi evolución profesional aquí ha sido mucho mejor que si me hubiera decantado por un puesto en una zona metropolitana.

También hemos visto a nivel personal en la asistencia sanitaria y en la universidad cómo el narcisismo geográfico afecta a la vida de los profesionales, distorsionando la percepción de tiempo y distancia. Siempre parece que es más complicado para los profesionales de la ciudad acudir a los campus universitarios y hospitales regionales que para sus colegas de provincias trasladarse a la ciudad.

Muchos trabajadores rurales o de provincias se sentirán identificados con la expectativa de viajar en ambos sentidos en un solo día para asistir a una reunión en la ciudad. Cuando se trata de empleados de oficina en la ciudad que se desplazan a una zona regional, normalmente necesitan una noche de alojamiento y un pequeño elogio narcisista por su intrépido viaje a la provincia.

Esta falta de aprecio también puede interferir con la eficacia de los profesionales urbanos que tienen buenas intenciones a la hora de mejorar las prácticas rurales. Un profesional urbano que busca reorganizar una zona laboral de provincias puede sentirse desconcertado por el comportamiento pasivo-agresivo de sus colegas rurales. Como apuntaba Fors, se desconfía de estos profesionales que vienen de la ciudad recibiendolos como si fueran colonizadores cuando ellos esperan ser recibidos como salvadores.

Los estereotipos están interiorizados

Los profesionales rurales a menudo sueltan una carcajada a modo de reconocimiento cuando oyen hablar de narcisismo geográfico. Sin embargo, la realidad es que ellos mismos han interiorizado estas ideas y acaban reforzando los mismos estereotipos.

Al igual que la propia experiencia de Diprose, muchos profesionales rurales o provinciales optan por legitimar sus habilidades ante un homólogo urbano enumerando sus títulos académicos y su experiencia profesional en la ciudad, como si fuera lo que en realidad importa. Esto genera una dialéctica rural en la que los profesionales de provincias tienen la opinión aparentemente contradictoria de que el trabajo rural es de alta calidad y, a su vez, no lo es.

Manejar estos puntos de vista polarizados puede llevar a compromisos psicológicos inútiles. Un ejemplo es dividir los elementos de las profesiones provinciales en buenos y malos. Una de las creencias más preocupantes es cómo un profesional por sí mismo es de alta calidad, pero el resto de la organización provincial no lo es, por lo que si quiere progresar en su carrera profesional debe trasladarse a la ciudad.

Village (Boudewijn "Bo" Boer/Unsplash)

Por supuesto, también existen espacios sociales y ámbitos profesionales donde el narcisismo geográfico no es aparente. Es menos problemático cuando aquellas personas que trabajan y viven en las provincias cuentan con sus principales vínculos económicos, profesionales y sociales en un mismo lugar. Sin embargo, cuando se trata de competencia profesional o se está expuesto a recursos que dependen de los centros neurálgicos de la profesión (a menudo en las grandes ciudades), el narcisismo geográfico cobra peso.

El auge de las tecnologías digitales (y sus promesas de erradicar los problemas de la distancia) puede que haya puesto de manifiesto la divulgación y la aceptación no explícita del narcisismo geográfico. Los entornos rurales y urbanos plantean diferentes retos a los profesionales en activo. Las buenas y malas prácticas se pueden dar en ambos lugares, pero sí que es narcisista dar por hecho que la localización es un factor determinante clave de la calidad laboral.

The Conversation

Imagen: Matthew T Rader/Unsplash

Autores: Timothy Baker y Kristy Hess, profesores en la Universidad de Deakin.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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